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LLENO DE AGUA, quizás.

 

EL AIRE ESTÁ LLENO DE AGUA. Novela de JUAN MIGUEL CONTRERAS.

Baile del Sol. Narrativa. 2022 

 





Yo no sé si el libro es un homenaje a la Literatura, o a cierta literatura. ¡Hay tanto nombre por aquí! Pesco al azar: Sergei Dovlátov, Zamiatin, B. Brecht, S. Marai, Esterházy, Hrabal, Klíma, Valeria Luiselli, Mónica Zgustová... además de la nominación más desinteresada de ciertos clásicos que van por el tiro de Bolaño, Cortázar, Borges; Bulgakov, Henry Miller; o Twain. En fin, casi todo lo que no sea literatura acomodable al signo de Dan Brown. 

No entremos tampoco en la música, porque ocurre con ella lo mismo que con los libros. Toda una biografía interesada o desinteresada de discos, intérpretes y grupos. 

Música y libros ponen una distancia, una frontera entre el común y el protagonista. Hay un desmarque de exigencia de lo que podríamos llamar, más que sensibilidad, calidad de la sensibilidad. ¿Se diría tal vez “elite”? Pero música y libros hacen también la de las confidencias íntimas del narrador, de su temple. Narrador, por cierto, que es librero en una primera parte del libro. Amo de casa en la segunda y que, por igual en ambas, carga con un alma con altas dosis de frustración, la frustración, que nunca llega a término, de alguien que quiere, desea escribir, publicar, ser escritor. Y cuyo sueño, el hecho, la realidad, no le llega, y a medias queda entre la circunstancia (el sórdido mundo que lo rodea) y lo que se confiesa alguna que otra vez, pero con la boca chica, la amenazante, patente y propia mediocridad.  

 

Por aquí, el libro tiene una sólida moraleja: enseña que no se vive de la literatura sino con la literatura. Y subrayo el de con toda la intención, y el con también, pero algo menos. Es difícil, muy difícil vivir escribiendo, vivir de la literatura. Y es una necesidad, al menos para este hombre, vivir con la literatura, con ella, en el cuerpo presente de la escritura, pero sobre todo de la lectura, salvación del náufrago.  

El librero dice: “el brillo de El Nautilus (a la postre el nombre del negocio), o lo que yo quería que fuese, duró poco, tal vez un semestre en estos cuatro años, pero al menos conseguí que algo que hice yo brillara, algo menos. Esta medalla es mía y me importa un carajo que al ponérmela me la haya clavado y hecho sangre”. Previamente ha reconocido que la librería cierra y que en el fondo sabe que el problema es él 

Por su parte, el amo de casa, que de cuando en cuando trabaja en la lavandería de su padre, confiesa también: “De hecho creo que mi literatura es como mi corazón: dubitativo, corrosivo solo consigo mismo (esto no es verdad del todo), un poquito asustadizo, de caducidad prematura, arrogante de vez en cuando y autocompasivo la mayoría de las veces, y que con los años tristemente ha llegado a hacerme sentir un rencor visceral hacia mí mismo”. 

No nos extraña que las circunstancias, que aprietan tanto en este libro: una crisis, la del 2008 que empuja lentamente o demasiado rápido un negocio hacia la sepultura; o una situación laboral difícil y complicada en un entorno, si no corrupto, poco moral y nada edificante y por supuesto nada eficiente, digo, hacen que el aire se vuelva opresivo, hasta el extremo que se puede decir que el aire está lleno de agua. ¡La circunstancia! Las tristes, tremendas circunstancias que son, después de todo, las que aquí se colocan para reflexión del lector... bueno, sí, puestas en forma de breves reflexiones de diario, que quizás empezaron siendo un diario y acabaron siendo una novela. Un diario reflexivo y personal, muy propio, pero construido para convencer a otros, o soltar un par de bofetadas intelectuales (que a veces es lo mismo). 

En verdad que esta frustración, que tiene su célula no tanto en el exterior, ¿o sí?, va rebosando conforme las páginas pasan. Hablando de sus creaciones, esos hijos engendrados en Literatura, llega a decir: “Años de trabajo que han podido quedar en nada. Años de trabajo que demandan más trabajo, y a los que luego se han de sumar, de nuevo, la espera, las cartas de presentación, las respuestas de rechazo... Eso si no hay ninguna editorial incauta que diga que sí... ¿Por qué no me vale con el abrazo de mi hijo al salir del colegio, con su pulgar en alto cuando le pregunta cómo me ha salido la comida y tiene los carrillos llenos, por qué no me vale con lo que tengo, que sin duda es suficiente?” Es como si nadie, ni mucho menos el protagonista, pudiese conformarse con el hijo carnal. Es la vocación que, en efecto nos llama. Por esto la novela tiene un tinte dramático que, desde mi punto de vista, es lo que puede salvarla. 

 

Asistimos al mal del creador en los tiempos del ahora. El creador que no es creador profesional. La vocación irremisible y frustrada que no logra salir, taponada como una mala herida. Todo sea el retrato de una sociedad frustrante de la que se necesita huir, escapar para tomar el aire. El problema es que aquí muchas veces no se sale (no queda tiempo, el librero, papá, no tiene tiempo para escribir siquiera unas líneas y se conforma con volcar la herida en un diario). Tampoco da para salir al mercado, al lector, al público (y aquí es peor, porque muchas veces se intuye que el protagonista no encuentra la explicación a este cercenamiento, el porqué de la no aceptación de su empresa literaria). Tal vez sea que, apurando los sorbos de la vocación literaria, habría que convenir que es una vocación muy burguesa y “aburguesante” que sólo la sociedad neoliberal, mundo perverso, se encarga de frustrar: “...me apena vernos así, engañados por un mundo demente que destroza todo lo antropológico y subyuga a las instituciones, convirtiendo la política en una farsa especular y espectacular, economizando todas las esferas de la vida...” 

A veces uno piensa, viendo además los modelos literarios de nuestro protagonista, si no será que contra la sociedad burguesa sólo claman los que publican... pero publican. 

Y hablando del proceder burgués; menos mal que nos queda esa filosofía del consuelo que podría traducirse en que El agua también está llena de aire, trasunto que soterraño, larvado, incluso inconsciente, recorre sin duda toda la novela. A lo mejor la literatura no es otra cosa, y en esto consista vivir con ella.  

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