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La extraordinaria y externa Intimidad de Serrano Amo


INTIMÍSIMO. MENOS ES MÁS. De Manuel Agustín Serrano Amo.

Gran Teatro. Febrero.



          Las afueras. Hubo un tiempo en que todo era "las afueras". La matriz candente del pueblo estaba allá, entre eras y descampados; solares, tapias, caminillos, norias, casillas. Las afueras, que eran corridas por los niños en el trinar salvaje, apedreado y roto de sus razzias. Las afueras-estercoleros, las afueras-calles embarradas, las afueras hojalateras que han ido quedando como prototipos de paseo, como extrarradio, como circunvalación, como barrio residencial.
La ciudad, hoy, es autófaga, todo se lo come el centro. Hacia dentro, intraña. ¡Qué extraña es la ciudad intraña! En las afueras queda ahora lo feo, lo marginal, lo macabro de las ciudades, lo pobre, lo desolado, el peligro. Qué entrañable era la extrañeza del exterior, esa frugal y deleitosa convivencia entre campo y ciudad. A fin de cuentas la epidermis del pueblo estaba ahí, era su piel sentiente, era por donde se palpaba y se dejaba palpar; a dónde salía la excrecencia y por donde se metía la physis. Todo el mundo estaba en las afueras. Afuera el parque, afuera el Banco de la paciencia y el río. ¡Afuera! Porque no quedaba otro remedio que salir ... se estaba sin quererlo ya fuera. En las afueras. Ahora la recorremos, en trazo planetario de un epicentro que nos absorbe, ley de gravedad que nos sujeta e en torno al cual basculamos en la vida satélite. Es ya otra la ciudad.

          Viene Manuel Agustín volcando toda su intimidad en las afueras. En las traseras, por donde los senderistas, montañeros, ciclistas; por donde las viñas y las agonizantes aguas, la vía del tren y los puentes, la montaña recóndita. Y esas traseras, las traseras con sus vergüenzas colgantes, al aire, las vergüenzas de las que no daba vergüenza. El palo mástil, la jarcia alambre, las guirnaldas de la aventura de la vida. Esta y dichosa mezcolanza de lo nuevo y de lo viejo. A fin de cuentas se trata de la vida humana, una exageración evocativa. Como pocos, Serrano Amo es la exageración evocativa de esta ciudad, la personificación de lo nuevo y viejo en entrañable mixtura. Los cuadernitos de Manuel, las hojas ahora sueltas son eso, exageraciones evocativas, traducidas estéticamente en la miniatura conservatoria. Parálisis del tiempo y del sentimiento en el menos que hace más.

          El dibujito o la confesión intimísima no del lugar, sino del pecado civilizatorio, de la opresión vital que ejerce la urbe sobre los poblachones, de la psicosis de mancheguismo que palpita en el drama de los tiempos. Las alcoholeras se deshuman, desencalan las tapias, se ocultan las torres de Dios tras de las heterodoxas y descreídas edificaciones. Y estas son las afueras íntimas en el imaginario de Manuel: el pasado y el presente ahíto y apretado en sus contradicciones. El niño que jugó, el niño que vio una "viticiudad" y que la imaginó, el hombre que camina, que descubre los clubes de senderismo o la práctica del deporte. El hombre observador y "anotatodo". Degeneración del diario íntimo en exposición pública. La intimidad tenía que salir, porque era externa y no le pertenecía del todo al autor.

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