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NATURALEZA MORIBUNDA. Pinturas de Gonzalo Serrano.


Biblioteca Municipal Lope de Vega de Manzanares
Hasta el 26 de Mayo.



HISTORIA DE LA PERPLEJIDAD.

Uno no sabe, pero silenciosamente se cuela en este velatorio. Bueno, velatorio aún no lo es, porque la Naturaleza todavía respira, transmite algo de esperanza, un mínimo razonable. Uno no sabe, pero viene, como el médico también, a tomar el pulso a la pintura de Gonzalo e indagar la causa de su "moribundia". La encuentra no en los cuadros, sucesivos óleos y acrílicos, sino en sí mismo, en el hondón del espectador que el visitante es. Silencio. La halla en su perplejidad. Dicta así sentencia el doctor que todos llevamos dentro: he aquí el síntoma que es mi síntoma: lo perplejo. ¿Dónde radica la situación paradójica de la pintura de Gonzalo Serrano? 
Si tomásemos la perspectiva del pintor tradicional, la perspectiva del género, tal vez hubiese sido lo correcto titular esta sucesión de pinturas "Naturalezas muertas". Claro que la naturaleza que aquí fenece, la que agoniza, no es del todo la naturaleza. El artificio, el hombre productivo, está detrás de todas estas imágenes. Si Gonzalo hubiese sentido la llamada de la pintura de género, si aspirase nada más a ser un tradicionalista, es decir, un pintor de naturalezas muertas, entonces, las cosas presentes, las cosas retratadas estarían muertas y el espectador no experimentaría la perplejidad. Gonzalo quiere ser moderno, otra cosa que pintor de género, y entonces se inventa la perplejidad. Y la expresión de la perplejidad es el artificio humano pasado por el tamiz de la natural. Los objetos son técnica, tecnología, producción humana, humanización. Ahora bien, Gonzalo quiere también ser tradicional pintor de naturaleza, esto es, algo así como realista, y entonces ...


Entonces se despliega la convivencia de la natura naturans y la natura naturata. Este es el síntoma, la causa de la perplejidad, el razonamiento de una naturaleza agonizante que no acaba, que no muere. Una bicicleta vieja y desvencijada convive con el cadáver de un ave. La bombilla, el cable, el grifo, el peso, la botella, vasos y tazas, restos craneales de pequeños animales, los viejos coches en el desguace, los objetos de la cotidianidad. Son todos vagos recuerdos de la naturaleza, de la madre nutricia, amenazada, rota, explotada. Son al tiempo un retrato de la sociedad opulenta, del hombre genérico, del hombre industrial. Son el explícito tiempo en su imperdonable pasar. La modernidad no perdona a la naturaleza. El tiempo, máxima expresión de la naturaleza no perdona a la modernidad.


No obstante Gonzalo ama los objetos que pinta. Ama estos coches desguazados, estas bombillas, latas, grifos, restos orgánicos. Los ama porque resultan estéticos, son "estetizables", transmutables en arte, desea, y puede, elevarlos a la categoría de género, esto es, de Naturaleza moribunda.

Llegamos así a la pintura de Gonzalo Serrano, al óleo mimado y costoso de mediano tamaño que avisa de la perfectibilidad del acontecimiento pictórico. la soltura expresiva, ambigua, jovial del acrílico.  El objeto es sin duda el primer interés de nuestro pintor. Luego viene el símbolo, la alegoría y hasta la crítica mordaz o el escepticismo del meditador de muertes. Pero vienen luego, muy luego. Entre ambos extremos, hay una condición, la condición de pintor que aspira, no ya solo a un lenguaje plástico, el lenguaje de lo perplejo como hemos dicho, sino a la perfectibilidad del recurso técnico. En esto último, no nos cabe duda que Gonzalo Serrano es un tradicionalista, un respetuoso con el arte pictórico. Al menos hasta el momento.

Poco se ha prodigado Gonzalo Serrano, manzanareño, en exposiciones individuales. Los amantes de la pintura tienen ahora la oportunidad de hacer un seguimiento preciso de su creatividad. Merece la pena.

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