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VIBRACIÓN. Dibujos de Juan Peña.


Sala de Exposiciones de la Biblioteca Municipal Lope de Vega
Del 6 al 24 de Agosto.

EL COSMOS ...  FUEGO SIEMPRE VIVO.


Hay una vibración ínsita en las cosas del Cosmos. El cosmos también vibra . Las cosas se despliegan en esas vibraciones porque participan del cosmos y lo configuran, y ellas mismas están hechas de vibración, en ella se manifiestan; las cosas llegan a nosotros al través no de su quietud, sino de su fuerza, de su áurea, una expansión dinámica, vital que comunica  todo, que aúna todo. Es así que la vibración conforma las cosas que en su dinámica llegan hasta nuestros sentidos, como ondas lumínicas, como ondas de sonido, como naturaleza ondulatoria, a la cual incluso pertenecemos nosotros. Es así que podemos decir que tal cosa nos transmite buenas vibraciones, que siento tal o cual vibración frente a algo. Más allá del vibracionismo tradicional, más allá del Op-Art, más incluso que del cubismo órfico y sus pretensiones, o de las formas vibratorias del puntillismo, de la energía del rayonismo ruso, están las pretensiones de Juan Peña, artista manzanareño que ahora muestra sus dibujos en el espacio de la Biblioteca Municipal de Manzanares. 



Su vibración tiene la especial condición del Cosmos heraclitiano, bullente, vivo, predispuesto a ser sentido. Estamos ante al vibración de dibujos que apuntan a lo trascendente sin diluir lo individual. El "todo fluye" del filósofo presocrático está aquí presente, se trata de la dinámica de un mundo cambiante aunque con medida, esto es, ordenado, que conforma las cosas a partir de los contrarios, del movimiento. La vibración de Juan Peña no es sólo fluencia, es la conformación de las cosas a partir del fuego, como decía el de Éfeso, un fuego que es onda y que configura todo. Onda o linea vibrante de plumilla, informe, aleatoria, imprecisa que conforma redes, nudos, regiones, mundos. Nada hay en reposo. Así se hace la condición divina de las cosas dibujadas, se las dota de una eternidad que no elude sin embargo su condición de finitas y de vivas. Las cosas viven. Las cosas irradian, manifiestan su eternidad, expresan así su ser, vibrando, fluyendo. He aquí el secreto de la belleza, la belleza es una irradiación, como tal podrá estar en la realidad y en el arte.
De ahí que los dibujos, las plumillas de Juan, en mediano y pequeño formato, se configuren e irradien desde la gurruñada, esa mancha lineal de plumilla azarosa, partícula fundamental  que desde su aleatorio y caprichoso fuego, hace de raya imprecisa, de condición vibrátil, de raya de dinámica incierta que va generando por sí -o por el vacío que porta- lunas, montes, mares, estrellas, seres humanos, construyendo pues el cosmos de su iconografía: paisajes, marinas, celajes, nocturnos, árboles, muchos radicados en el ambiente canario, parte insoslayable de la experiencia vital del autor, donde la dinámica del cosmos-fuego adquiere si cabe mayor relevancia.
Ni condición real de los dibujos, ni surreal. Poco ha de importarnos la mimesis. Esta es la condición dinámica del universo expresa en dibujo, un dibujo que escapa de su conformación temporal, o intemporal, espacial, revertiendo de pura dinámica, la pura dinámica de lo eterno. Apuntamos pues a una nueva manifestación de la naturaleza, la vibratoria, y a su nueva sensibilidad. 


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