Biblioteca Municipal Lope de Vega
Septiembre
Vuelve Condés. Vuelve renovado en la materia, renovado en el formato. En la materia porque el papel recortado, el puzzle de sus entramados, ha dado paso ahora a la expresividad vital de una pincelada, más agitada, nerviosa, un tanto postimpresionista; diría que incluso "vangonghiana".
En cuanto al formato, es verdad que persisten los rectángulos de proporciones discretas, pero aparecen nuevos continentes, círculos precisos en los que el contenido paisaje se atiene al límite sin vértices. El cuadro, el circulo-cuadro se hace pequeña joya caprichosa que elude y evita los rincones y los arrinconamientos; un resultado: la unidad del cuadro, la individualidad, el todo sin discriminación, la reunión en torno al centro primordial y paternal, y el reto lanzado al ojo lector en la lectura de la superficie.
Materia en la pincelada, unidad espacial del círculo, en efecto. Sin embargo el color sigue siendo el color de Condés, el haber de su experiencia pictórica. Un color si cabe más agresivo, más letal y virulento, un color que recuerda también a esos expresionistas alemanes que dejaban su salvajismo en cuadros de manchas cromáticas duras, reveladoras y rebeladas.
Condés vuelve -aunque siempre está- y nos aporta el nuevo sentido de su ya clásico proceder en la pintura. Pintar es sin duda lo natural. Dejar fluir el arte que es una traducción interna de cuanto los ojos ven o pueden ver, y ahora, una adecuación novedosa al marco. He aquí un nuevo-viejo Condés.
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